El ex vicario de la Arciprestal, salió en 2003, cuando crecieron los rumores de sustraer de patrimonio y objetos de valor a personas mayores
Tras años de acusaciones por estafa y sustracción de patrimonio en diversos municipios donde sirvió como ministro de la Iglesia, la Fiscalía de Barcelona pide ahora 48 años de cárcel para el ex sacerdote David Vargas acusado de estafar a siete ancianas a las que presuntamente las aisló de su entorno y las engañó para quedarse con sus bienes.
El ex cura, ordenado por el obispo de Segorbe – Castellón, Juan Antonio Reig Pla, fue trasladado desde Vila -real a la parroquia de San Vicente Ferrer de Castelló, donde permaneció en un discreto segundo plano como sacerdote adscrito
El que fuera durante seis meses vicario de la Arciprestal San Jaime de Vila -real, estuvo muy próximo a la Congregació de Lluïsos en su breve etapa en este municipio. Donde quizá fue breve porque muy pronto se detectó entre los feligreses el carácter “cercano y amable” que mantenía con las personas más mayores que frecuentaban la parroquia, así como la facilidad con que conseguía objetos de patrimonio religioso y valor por parte de estas víctimas vulnerables.
Pero no hubo más. En 2003 se marchó de Vila -real y solo quedaron rumores de intentar desplumar a ancianas y se le conoció con el apodo de “furtaherències”. No se volvió a saber de él hasta que el sacerdote empezara a protagonizar titulares bien como sacerdote, bien después de su expulsión del sacerdocio en 2011, acusado de hurto, extorsión, apropiación indebida e incluso tenencia de una pistola sin licencia.
Según los Mossos, Vargas logró estafar, como mínimo, 3,5 millones de euros que la policía acabó localizando en una maleta guardada en el sótano, en el que había también joyas y documentos de posibles nuevas víctimas
En Sant Vicenç de Castellet (Barcelona) los investigadores consiguieron descubrir el botín del religioso. Según los Mossos, Vargas logró estafar, como mínimo, 3,5 millones de euros que la policía acabó localizando en una maleta guardada en el sótano, en el que había también joyas y documentos de posibles nuevas víctimas.
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