Últimamente se habla mucho de las propiedades del Omega 3 también para la piel, tanto como efecto protector de los rayos UV sobre las células de la piel, como factor antiedad. Eso ocurre porque proporciona una capa que abriga y protege la piel, además de aportar confort y mejorar su uniformidad y flexibilidad.
La mayoría del Omega 3 que se utiliza en cosmética procede de los frutos secos y de las algas marinas, en algunos casos también del pescado, aunque en menor medida. Además, generalmente el omega 3 viene acompañado de antioxidantes naturales, como la vitamina E, para protegerlo de la oxidación, ya que se oxidan con muchísima facilidad.
Pero además del Omega 3, hay más omegas y ácidos grasos que pueden aportar beneficios a la piel. En algunos casos se combinan en una misma fórmula los omegas 3, 6 y 9, la vitamina F, quel se usa mucho en pieles más maduras, sobre todo después de la menopausia, para darle a la piel la cantidad de ácidos grasos esenciales que necesita para estar perfecta.
En el caso de los omega-3 (sobre todo del DHA) se dan unas circunstancias que no se dan en ningún otro omega como son los 6 y los 9. Y es que nuestra dieta es altamente deficitaria en DHA, mientras que no lo es de las demás omegas. El omega 6 lo ingerimos con facilidad en los aceites vegetales y semillas, y los omega 9 los tenemos en el aceite de oliva y el de almendras, entre otros muchos. Además, nuestro cuerpo no puede producir DHA, sin embargo, si es capaz de producir los otros omegas.
Los omegas son aptos para todo el mundo, porque al final, son ácidos grasos que benefician siempre a la piel y le ayudan a crear una capa protectora. De hecho, en pieles secas pueden ayudar a renivelar el grado de lípidos necesario, mientras que en pieles grasas no inducen al acné. De hecho, muchos casos de brotes de granitos obedecen a ausencia de omega 3 en la piel.