Este otoño pasado ya hemos vivido algún episodio de lluvias que nos ha dado más de un problema en la carretera. La lluvia es el fenómeno meteorológico más habitual en el invierno en España, y lo más temido para el conductor es el aquaplaning.
Si bien cuando llueve, el riesgo de sufrir un accidente aumenta hasta un 70%, según aseguran varios estudios, con el asfalto mojado los neumáticos pierden adherencia y, por tanto, hacen falta más metros para detener el vehículo. Por eso es importante que los neumáticos se mantengan siempre en un estado óptimo y que no exista desgaste de las ranuras principales de la banda de rodadura.
En caso de aquaplaning lo que ocurre es que los neumáticos no pueden desalojar el agua del firme por desgaste, baja presión o velocidad excesiva. Ante esta situación lo que hay que hacer es sujetar el volante con fuerza, no frenar a fondo y cuando se va notando que se recupera la adherencia, se debe intentar corregir la trayectoria suavemente.
Otro de los factores importantes que conviene tener en cuenta al conducir con lluvia es la visibilidad. Para ello, se debe usar el alumbrado de cruce y aumentar la velocidad del limpiaparabrisas, sobre todo en los adelantamientos. Por supuesto, también es recomendable ampliar la distancia de seguridad y encender la calefacción para evitar el empañamiento de los cristales.